Artículo de Roy Campos publicado en El Economista (25 de marzo de 2019)
El sábado 23 de marzo, en la inauguración del estadio de beisbol Alfredo Harp Helú que será sede de los Diablos Rojos del México, se presentó un momento de abucheo al presidente López Obrador que inmediatamente se viralizó en redes sociales. Al respecto expongo algunos puntos que tienen que ver con popularidad y forma de manifestarse entre otras cosas:
1. Es evidente que no todos los mexicanos quieren a López Obrador. En el estadio había un grupo grande que no lo quería, así que quien piense que el presidente es querido en todos lados y por todos se equivoca. Existen millones (sólo 67% lo aprueba en la encuesta El Economista-Consulta Mitofsky) que no lo hacen y a algunos les gusta manifestarlo, se ve en redes y en muchas reuniones.
2. En mi opinión AMLO reacciona mal, porque nuevamente polariza al descalificar a los que abuchean con el epíteto de “fifís”. A él le gusta esa división, le gusta “cucar” a los que no lo aprueban y con ello fortalecer la posición de los que sí lo aprueban, sabiendo que siguen siendo mayoría. No es la primera vez que manifiesto que no me gusta la polarización ya en gobierno.
3. La “prueba del estadio” es un reto muy difícil para cualquier mandatario, casi imposible. Desde aquel 1986 en la inauguración del Mundial de Futbol, cuando le dieron tremendo abucheo a Miguel de la Madrid en el Estadio Azteca, es muy difícil que un mandatario “salga vivo” de uno.
Así vimos a Felipe Calderón abucheado en la inauguración del estadio del equipo Santos y, posteriormente en 2011, al mismo Calderón inaugurando la Estela de Luz por sorpresa un día antes para evitar los abucheos. También vimos a Enrique Peña Nieto inaugurando el estadio de Rayados de Monterrey con las gradas vacías un día antes del juego para evitar el abucheo.
Y así en espectáculos musicales, eventos deportivos o plazas de toros se ha vuelto casi una tradición abuchear a gobernantes presentes. Citando a Ortega y Gasset, es la rebelión de las masas manifestándose, aprovechando el anonimato y organizando porras; le permite divertirse, hacer catarsis y marcar territorio. Los estadios no son para lucimiento de autoridades, difícilmente veremos porras favorables y sí muchos abucheos.
4. El abucheo en el estadio no se debió a ningún acto específico sino a posiciones ya tomadas respecto a López Obrador. Es decir, no es un abucheo por la reforma educativa o por la reforma energética o por el aeropuerto, es un abucheo de ciudadanos que tienen una opinión tomada previamente sobre López Obrado y no por recientes actos de gobierno.
Hay quien ha querido comparar este abucheo con las manifestaciones de los familiares de desaparecidos que ocurrió el día posterior en Coahuila. Nada que ver. Ahí, después del discurso del gobernador y mucho antes del de AMLO, una persona gritó pidiendo justicia y los gritos de otros familiares no se hicieron esperar, pero no abucheando sino pidiendo la aparición de los de sus desaparecidos. Eso no es raro y se vivió desde la etapa de transición en los foros de “seguridad y justicia”, donde López Obrador proponía “perdón y olvido” y los familiares nunca lo aceptaron.
5. Definitivamente el abucheo le significó un muy mal día al presidente y uno muy bueno para quienes no lo quieren. Para ellos, el haberle mostrado el desacuerdo de esa manera les otorga un triunfo como si hubieran ganado una elección.
Hoy se presenta este fenómeno: sus seguidores sienten que su labor es apoyar hasta el final a López Obrador “por el bien de la patria”, sin criticar sus errores, y por otro lado sus críticos sienten que su trabajo es oponerse a López Obrador y “evitar una tragedia nacional”. Ambos grupos “se sienten en una misión patriótica” y no en simplemente seguir con atención a un gobierno que seguramente tendrá muchos aciertos y muchos errores, y hablar de cada uno de ellos sin apasionamientos.
6. ¿Afecta esto su popularidad? No sé, depende de reacciones del propio López Obrador y de otras variables muy alejadas del estadio (empleo, seguridad, programas sociales, inflación). Lo que es un hecho es que si algún mensaje manda este evento es que el presidente está equivocado cuando cree que todo el pueblo lo quiere y lo cuida. No es así. El presidente requiere más seguridad en sus giras y en sus eventos, él representa mucho para la estabilidad política y económica de México y sería una catástrofe que uno de sus críticos, envalentonado en la masa, quiera trasladar una agresión verbal normal en todos lados a una agresión física. Toco madera.